“Según las noticias que tenemos de personas sabias en estas materias, son las haciendas de Calandaima de las mejores, más provechosas y capaces de este Reino.... Mandamos que se siembre cada año una buena suerte de caña.... Y sacar cantidades de tres a cuatro mil arrobas de azúcar, rebajando las botijas que se sacaren de miel, que de buena razón han de ser las menos, y solo las precisas, por ser cosa más peligrosa, de menos consistencia y de más facilidad en corromperse: y así, el golpe de los frutos ha de ser en azúcar y en conservas”.
Fray Cristóbal de Torres, “Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la ciudad de Santa Fé de Bogotá”, 1666, f. 4v, E35N070, Ej. 3, Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/2255.
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Caso 1
Las haciendas de Calandaima (1654)
Fray Cristóbal se refirió a las haciendas de Calandaima como ”las mejores, más provechosas y capaces de este Reino”. Se consideraba que estas haciendas eran útiles para la producción de bienes de consumo como el azúcar y el pan. Además, las tierras de las haciendas se conocían por ser aptas para la cría de ganado vacuno y de mulas. Según las Constituciones, para el servicio de las haciendas de Calandaima se recibió la facultad para contar con 100 indígenas Achaguas, sin mujeres ni niños. Se valoraba positivamente la posibilidad de encomienda, pues el sustento de los encomendados no generaría costos adicionales al Colegio; después de todo, en las haciendas se podía sembrar maíz para la alimentación de los indígenas.
2.Cristóbal de Torres y Motones, “Solicitud de Encomienda de los Indios Achaguas” (Universidad del Rosario, Archivo Histórico, 1653), Caja 1, folios 14-21, http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/5136.
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Fray Cristóbal de Torres, “Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la ciudad de Santa Fé de Bogotá”, 1666, f. 5r, E35N070, Ej. 3, Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/2255.
Ya en 1653, Fray Cristóbal había escrito al rey, con el fin de que este le concediera la encomienda
de los indígenas achaguas que vivían en Calandaima.
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“Y como por singular merced, el excelentísimo señor Marqués de Miranda, hemos recibido para el servicio de estas haciendas facultad para tener cien Achaguas útiles, sin mujeres, y niños, negocio de suprema importancia, y de proporcionado agradecimiento, en la forma que contienen sus títulos, a que nos remitimos, y es preciso, que esta multitud se sustente. Mandamos, que se siembre todo el maíz necesario para esto, con todos los demás frutos a propósito para el sustento de dichos Achaguas, y demás concertados, que allí estuvieren, así morenos, como indios, de manera que no sea necesario comprar ningún género de alimentos para sustentarlos”.
Ahora bien, las características de las tierras no fueron lo único que valoró Fray Cristóbal de estas haciendas. El fundador también hizo alusión disponibilidad de personas que podían ser explotadas para producir los alimentos que serían consumidos por los miembros del Colegio y que servirían para el sostenimiento de la institución.
Fray Cristóbal de Torres, “Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la ciudad de Santa Fé de Bogotá”, 1666, f. 5r, E35N070, Ej. 3, Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/2255.
En las Constituciones, las personas esclavizadas aparecían como propiedades y las indígenas aparecían como mano de obra de bajo costo, antes que como personas. Para Fray Cristóbal, estas personas eran intercambiables; el fundador consideraba más deseables a los achaguas, pues su manutención se percibía como económica y entre ellos no había niños ni mujeres. En cambio, la venta de personas esclavizadas podía generar ganancias económicas. De ahí que esta acción fuera vista con buenos ojos, sin consideración de consecuencias como la posible separación de las familias que se venderían.
La forma abierta en la que esto se expresaba muestra cuán naturalizadas se encontraban las jerarquías basadas en las diferencias étnico-raciales. Además, las Constituciones nos invitan a reflexionar sobre cómo el sistema esclavista atravesaba diversas esferas de la vida en la Nueva Granada, incluyendo el ámbito educativo.
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“Hay en estas haciendas cuarenta esclavos, conforme al número que nos han traído de ellos, hombres, mujeres y niños: teniendo los Achaguas, que su Excelencia nos hizo merced, no serán necesarios, pues antes los Achaguas, como nos certifican, son de mejor, y mayor servicio: será, pues, buen gobierno vender los dichos esclavos, por lo menos hasta treinta, dejando precisamente los demás, y echar en renta lo que montaren estos esclavos, que serán como de ocho a nueve mil pesos, y rentarán cuatrocientos”.
Sumado a esto, Fray Cristóbal informó sobre la existencia de 40 personas esclavizadas en las haciendas de Calandaima, entre hombres, mujeres y niños. Al considerar “mejor y mayor” el servicio de los indígenas Achaguas, el fundador proponía vender hasta a treinta personas esclavizadas, con lo que se adicionaría dinero a las rentas de las haciendas.
En este marco, la posibilidad de que las haciendas de Calandaima aportaran bienes e ingresos al Colegio estaba ligada a la explotación de personas encomendadas o esclavizadas.